Mi cobija rosadita
tiene azúcar de algodón
y le cubre a mi camita
de los pies al almohadón.
Cuando duermo me calienta
con su abrazo celestial
y de día me despierta
del bostezo general.
Mamacita, yo no sueño
sin mi rosa de ilusión,
¡deme pronto, soy su dueño,
y le entrego el corazón!
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