Apurada en la cocina
la clarita de cristal
se menea con locura
y compases de metal.
Esa espuma de gallina
que ha empollado mi mamá,
no dirá ya el pío- pío
ni tampoco el pío - pa.
Ya no quedan más reflejos
del espejo matinal
y la niebla se amarilla
en el plato de coral.
Ya está listo mi pompope
en los pozos y en el pan
¡sirva pronto, mamacita,
que las ganas se me van!
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